Estimados hermanos, paz y bien.
Es curioso cómo el Señor y su Palabra nos sorprenden todos los años. Este año os confieso que las últimas palabras del evangelio de san Lucas, que leímos en la fiesta del Bautismo del Señor («Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco»), me impactaron particularmente.
Los estudiosos hablan de este episodio como de una teofanía, es decir, una manifestación del misterio de Dios a los hombres. Esta palabra, que nos parece un poco técnica, esconde una realidad preciosa: Dios se hace tan cercano que nos muestra quién es, nos muestra lo que contiene su corazón.
En este caso, imaginando la majestad y la ternura de las que tenían que estar llenas estas palabras, podemos con timidez y admiración acercarnos al misterio del amor que hierve en el corazón de la Santísima Trinidad. ¿Cómo transmitir este amor? ¿Cómo hablar de lo inefable? Creo hermanos que estamos ante una realidad que hemos de contemplar con hondura haciendo nuestras las palabras de san Francisco: «Tú eres trino y uno, Señor Dios de dioses, tú eres el bien, todo el bien, el sumo bien, Señor Dios vivo y verdadero».
Qué mejor manera de empezar este año 2025 que contemplando este amor eterno que, en nuestro bautismo, a nuestro nivel, nosotros también estamos llamados a experimentar.