Estimados hermanos, paz y bien. Con gran alegría y emoción vimos aparecer en el balcón de san Pedro a nuestro nuevo Papa León XIV.
Es el momento de recordar que los frailes menores hemos tenido siempre una relación muy cercana y afectuosa con el sucesor de san Pedro. Así, desde el inicio, el hermano Francisco prometió «obediencia y reverencia al señor Papa Honorio y a sus sucesores canónicamente elegidos y a la Iglesia Romana» y con una fidelidad inquebrantable nos hemos mantenido siempre a los pies de nuestra Iglesia. De hecho, la principal diferencia entre los movimientos que buscaban una reforma de la Iglesia con más o menos sinceridad y el movimiento franciscano fue sin duda la sujeción incondicional a la Santa Sede: «Esta es la vida del Evangelio de Jesucristo, que el hermano Francisco pidió al señor Papa que se la concediera y confirmara». Esta hermosa intuición de san Francisco nos recuerda a todos los cristianos que el Señor dispuso que a la cabeza de su Iglesia hubiese desde el inicio una persona, un pastor que guiase y acompañase a su rebaño. Fuera de este rebaño no podemos entender nuestra vida de fe o, dicho con más fuerza, no podemos entender nuestra vida.
Pedimos por tanto al Señor que sostenga la acción de nuestro nuevo Pontífice, que le guarde de las insidias del enemigo y que sea modelo y forma del rebaño que el Señor le ha encomendado.
¡Viva nuestro Papa y viva nuestra Iglesia!